El siglo XXI plantea nuevos desafíos para los más jóvenes, entre ellos encontrar una vocación que les permita insertarse en el mundo laboral, satisfactoriamente, haciéndolos felices.
Estimular el potencial que nuestros hijos pueden tener en su interior para convertirse en futuros empresarios, no tiene que ver con que se conviertan en los Rockefeller de las nuevas generaciones. Tiene que ver con que puedan seguir sus sueños, manifestar su creatividad, concretar sus ideas, ser independientes y haber dejado su huella en el mundo. Esto es un gran desafío, no sólo para ellos, sino para nosotros como padres e institución educativa.
Fomentar en los jóvenes una cultura del emprendimiento desde los primeros años de vida implica llevarlos al convencimiento de que mediante la creación de proyectos productivos se puede a llegar a triunfar tanto personal como económicamente. ¿Y cómo logramos esto? Cambiando el mensaje, claro, implementando un sistema educativo que no se enfoque en formar empleados y asalariados, si no empresarios.
El Emprendimiento infantil permite a los niños ser un motor de cambio, proponer, echar a volar sus ideas, competir contra ellos mismos para ser mejores estudiantes y, por supuesto, mejores emprendedores. Como siempre podemos marcarles el camino, iniciarlos en esta iniciativa y acompañarlos durante su aprendizaje.